2025, cambios en la NCAA: ¡más ingresos para los estudiantes-atletas!
Acaba de aparecer hace apenas unos días la noticia que va a cambiar el modelo del deporte universitario estadounidense tal y como lo conocemos: la NCAA (la principal asociación de deporte universitario del país) abre la puerta a la remuneración de los estudiantes-atletas por parte de las universidades y colleges que participan en las grandes competiciones universitarias.
¡El tema de las becas deportivas en USA en iEduex nos interesa! Aunque todavía hay muchas incertezas al respecto, lo cierto es que las cinco grandes conferencias de varsity (Big Ten, Big 12, Atlantic Coast Conference, Southeastern Conference y Pac-12) han dado su visto bueno a la propuesta de la NCAA, lo que viene a significar que la medida está respaldada por los “pesos pesados” del deporte universitario.
Todo empieza con una historia de derechos de imagen, perjuicios económicos y demandas judiciales, y ha desembocado en la mayor revolución dentro del esquema de funcionamiento económico de la NCAA desde su fundación, allá por 1906. Si quieres leerlo en inglés, así lo cuenta la CBS. Si prefieres leerlo en español, te lo contamos nosotros aquí…
Derechos NIL, demandas judiciales y reparto de beneficios
El asunto de fondo son una serie de demandas judiciales que varios estudiantes-atletas han interpuesto contra la NCAA desde 2016. En enero, los jueces les dieron la razón: muchos estudiantes-atletas han dejado de ganar un montón de dinero en concepto de esponsorización y promoción, dinero que se embolsa la NCAA.
Y el volumen no es pequeño. Hablamos de unos 14.000 estudiantes atletas a los que la NCAA y las universidades deberán pagar, si el juez federal lo confirma, en torno a 3.000 millones de euros. Es lo que ha animado a la NCAA a conseguir un acuerdo y seguir un camino basado en el reparto de beneficios.
En términos económicos, esto significa que cada universidad podría disponer de un fondo que llegaría a alcanzar los 21 millones de dólares, destinados a compensar económicamente a sus estudiantes-atletas y a competir por el talento directamente a través de ofertas económicas. Es decir, que, si todo se confirma, las universidades podrán pagar a sus estudiantes-atletas.
¿Qué supone este nuevo modelo?
Aquí es donde está el quid de la cuestión. Hasta ahora (y lo sigue haciendo, insistimos, hasta al menos el otoño de 2025), la NCAA planteaba unos límites en cuanto al número de becas deportivas que cada universidad podía ofrecer dentro de cada deporte. Es una manera de equilibrar las competiciones y dar impulso a los deportes minoritarios.
En 2023, el monto total de las becas ascendía a unos 3.600 millones de dólares repartidos entre unos 180.000 estudiantes-atletas. En el nuevo modelo, las cifran se disparan, pero no en becas sino en términos de reparto de beneficios; parece que los estudiantes-atletas no serán “contratados”, pero sí compensados económicamente de forma directa con parte de los beneficios que contribuyen a generar.
Ya se están planteando algunas posibles consecuencias generales de esto. Principalmente, que los deportes más populares (fútbol americano y baloncesto particularmente, pero no sólo) vean su presupuesto y seguramente sus plantillas crecer de manera importante. O que desaparezca el esquema de becas parciales en deportes individuales. O también, que se “contrate” a “jugadores” patrocinados.
Y por otro lado, esto podría crear un efecto llamada sobre las universidades, los equipos, el personal técnico y los estudiantes de otras divisiones de la NCAA, incluso de otras asociaciones (NAIA, NJCA), o llevarlas a adaptar políticas de remuneración similares. De todas maneras, todavía por definir cómo se concreta todo esto, pero los detalles serán relevantes y afectarán de manera diferente a cada programa deportivo universitario.
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Los estudiantes-atletas, los grandes beneficiados
Aún sin poder precisar si el esquema de becas convivirá con un modelo más “profesional” o no, lo que sí parece claro es quiénes serán los grandes beneficiados de este gran cambio. Los estudiantes van a acceder a un jugosísimo pedazo de pastel derivado de la publicidad, el merchandising, la televisión, los patrocinadores…
Esto viene a sumarse a los beneficios, aun relativamente limitados y generalmente “en especie”, que las superestrellas del deporte universitario perciben desde 2016 de los llamados derechos NIL (nombre, imagen y semejanza): derechos de imagen, básicamente. Aquel umbral se abre ahora no solo a unos pocos elegidos, sino a un número mucho más amplio de estudiantes.
Aunque parece más que probable que los deportes mayoritarios sean los grandes beneficiados, el impacto positivo se dejará sentir en un gran número de disciplinas, desde el atletismo al sóftbol, pasando por la lucha, el fútbol soccer, el voleibol, el tenis, el lacrosse, el cheerleading, la natación, el golf o el hockey sobre hielo.
¿De amateurs a profesionales?
El camino que marca el nuevo modelo de reparto de beneficios en el deporte universitario estadounidense se veía venir, como explicábamos, desde hace una década, y a largo plazo parece la manera más justa de gestionar esta estructura de competición tan grande en todos los sentidos; y que, a fin de cuentas, no deja de ser también un gran negocio.
Por otro lado, ese es también el miedo de muchos: que el negocio se termine poniendo en peligro la competición. O más bien, el rasgo distintivo del deporte universitario y que le ha dado su carácter identitario: su espíritu amateur. ¿El reparto de beneficios es también el camino hacia la profesionalización del deporte universitario?
Aunque todavía hay muchas incertezas y detalles importantes por aclarar y definir, lo que parece seguro es que el cambio supondrá un desafío para las universidades, que se verán obligadas a gestionar de otra manera los beneficios que sigan obteniendo y a mostrarse creativas y más competitivas que nunca para encontrar (y mimar) talento para crecer.
Y a ti, ¿te interesa?
Si tienes talento deportivo y te gustaría estudiar en una universidad estadounidense con una beca, ¡no dejes de informarte!