Educación online: podemos, ¿pero queremos?
Fruto de los acontecimientos que todos conocemos (y que estamos ya hartos de repetir…), la educación online o virtual ha venido a establecerse como una realidad cotidiana en las vidas de muchísimos estudiantes de todo el mundo y de sus familias. En estos momentos en los que amaina la tormenta pandémica se plantea una cuestión crucial: ¿se convertirá en una constante?
Nadie discutirá, al menos no nosotros, la necesidad de estas medidas en los peores momentos que todos hemos vivido. Esto no es ni mucho menos un alegato antitecnológico, pero ¿estamos dispuestos a renunciar a estudiar en Estados Unidos, hacer un curso escolar en Irlanda, estudiar secundaria en Inglaterra o pasar un semestre en Canadá?
Además, las últimas conclusiones que valoran los pros y los contras de la educación virtual nos llevan a reflexionar acerca de esos elementos propios de la formación que no tienen que ver con el núcleo académico de la misma, sino con el desarrollo de habilidades que nos hagan crecer como personas y nos preparen para el mundo real.
Un salvavidas para momentos de crisis
Como decíamos, no es posible negar lo mucho que la educación virtual ha ayudado en el contexto de la pandemia a que un buen número de estudiantes a lo largo y ancho del planeta hayan podido (los que han podido, léase aquí la llamada “brecha digital”) continuar sus estudios con mayores garantías de seguridad sanitaria.
A pesar de las improvisaciones y de los esfuerzos que alumnos, docentes y padres han tenido que hacer, el resultado puede calificarse de satisfactorio. En especial si tenemos en cuenta que la alternativa era quedarse en casa de brazos cruzados y “perder el curso”, como suele decirse. Independientemente de lo grave que esto pudiera ser (o no), evitó problemas mayores.
Las facetas más positivas de esta modalidad animan a muchos a pensar en ella como un mecanismo más eficaz y con más futuro que las tradicionales clases presenciales. Así, de convertirse en un salvavidas, podría estar aquí para quedarse, primero de manera mixta y a la larga sustituyendo definitivamente la asistencia en persona a las aulas.
La cruz de la educación online
Pero a estas alturas, con más de un año de experiencia a nuestras espaldas, es hora de plantearnos los aspectos negativos del modelo de educación online. Algunas voces empiezan a hablar de lo que la educación virtual nos resta respecto a la educación a la que aspiramos y hasta qué punto el resultado puede dejarnos en números rojos.
La falta de interacción física ha preocupado y preocupa a psicólogos y pedagogos. El distanciamiento dificulta el desarrollo de ciertas capacidades relacionales, afectivas y cognitivas, cuyos efectos en el desarrollo de la personalidad son difícilmente evaluables a corto plazo, pero de cuya existencia nadie duda.
La sobreexposición a dispositivos electrónicos es otra de las facetas negativas más fáciles de reconocer. En un mundo en el que el ocio se asocia cada vez más a las pantallas, flaco favor nos hacemos haciendo de las pantallas el canal predominante en la educación; uso, desde luego; abuso, mejor no.
Pero lo más grave es que, a pesar de un contacto virtual cercano entre los alumnos y el personal docente, ese contacto es eso, virtual. Resulta difícil para los docentes evaluar la situación real de los estudiantes, en especial en lo tocante a los aspectos emocionales que tanto impacto tienen, sobre todo en primaria y secundaria.
Tampoco es desdeñable el impacto académico negativo de no diferenciar el espacio de trabajo (el centro educativo) con el espacio de la vivienda, con jornadas largas y poco productivas llenas de distracciones que propician la pasividad; los que hayan estado o estén trabajando en remoto sabrán a lo que nos referimos.
La movilidad, esencial en la educación de calidad
Por la parte que nos toca estamos convencidos de que los métodos en línea son excelentes apoyos. Pero también sabemos a ciencia cierta que la educación es mucho más que adquirir conocimientos académicos. Es una experiencia vital integral que incluye vivencias difíciles de obtener en las aulas, y mucho más a través de una pantalla.
Simplificando, y a modo de metáfora, cualquiera puede descubrir fácilmente las diferencias entre ver un monumento a través de una pantalla o visitar realmente ese monumento. Se parece… hasta cierto punto. O, acercándonos un poco más, entre ver un documental sobre cómo se vive en Estados Unidos y vivir en Estados Unidos. La idea no puede ser sino vagamente aproximada.
Si tradicionalmente las excursiones escolares, las salidas de las aulas y los viajes de estudios se han valorado enormemente, es por algo: porque su impacto en la formación es enorme e imposible de recrear de otra manera que no sea viviéndolo. Las razones por las que queremos ir a estudiar al extranjero siguen siendo la misma, y sigue estando absolutamente vigente.
Lo que no se aprende a través de una pantalla
Hay cosas que la educación online, simplemente, no puede ofrecer. Tal vez parezca que nos ponemos un poco líricos si hablamos del sabor de la comida nunca antes probada, del ruido de fondo en el autobús escolar o de la satisfacción de hacer un chiste en otro idioma. Son experiencias difíciles de transmitir si no se han vivido.
Precisamente de eso se trata. Desde un viaje transatlántico en solitario hasta adentrarse en un paisaje épico, pasando por el establecimiento de relaciones con personas de otras culturas y la necesidad de afrontar los pequeños desafíos de las clases en otro idioma, las estancias de estudios en el extranjero no pueden recrearse de manera virtual de ninguna de las maneras.
Por eso, es el momento de plantearnos el difícil equilibrio entre aprovechar los recursos tecnológicos a nuestro alcance y apostar por unas vivencias más “reales”. Por fomentar políticas educativas firmes y sensatas o dejarnos llevar por los bandazos del miedo. El viejo dilema entre seguridad y libertad.
La pantalla es una herramienta; viajar, una forma de vida
La educación online ha sido una gran ayuda en momentos difíciles, y lo seguirá siendo. Ahora llega el reencuentro con la realidad. ¿Estás preparado?