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Aprender idiomas, el antídoto contra el horizontal skills mismatch

Foto de Michael Dam en Unsplash

Uno de los ejes sobre los que se articulan los programas de estudios internacionales de iEduex es la proyección laboral de nuestros estudiantes; es decir, a la hora de diseñarlos pensamos que es fundamental que nuestras estancias escolares en el extranjero les ayuden a entrar en el mercado laboral con buen pie y con buenas herramientas.

Por eso intentamos tener siempre puesto nuestro foco de atención en cualquier novedad en este sentido. Y una de las noticias que más nos ha llamado la atención en los últimos tiempos fue esta, publicada por el medio digital República, y cuyo titular explica que un 25 % de los jóvenes españoles trabaja fuera de su ámbito formativo.

El caso es que nos han surgido un montón de dudas interesantes al leerlo. ¿Es esto efectivamente así? ¿Un 25 %, es mucho o poco? ¿Por qué ocurre este fenómeno y qué implicaciones tiene? ¿Cómo podríamos evitarlo? Y, en última instancia, ¿es tan malo como suena?

Los datos europeos

Nos ha costado un pelín encontrar la fuente, pero aquí está (en una hoja Excel llamada “Rate of horizontal skills mismatch”); se trata de una parte dentro de un amplísimo estudio de Eurostat sobre la inserción laboral de los jóvenes europeos. Y, en efecto, parece que una cuarta parte de los españoles menores de 34 años no trabaja en aquello para lo que se formó.

La primera reacción es un encogimiento de hombros; ¿eso es mucho o poco? Para saberlo sólo podemos mirar a nuestro alrededor, al contexto europeo. Y resulta que en realidad estamos por debajo de la media europea, que supera el 28%. Es más, si vemos la evolución de los datos que ofrece la tabla (2014-2020), se trata de una realidad estable en ambos casos.

Resulta más llamativo que en el grupo de población con formación superior el desfase sea ligeramente mayor (27% en España), pero es lógico; a mayor especialización, más difícil no salirse del nicho. Desglosando por sectores, las cifras menores están en “ciencias sociales” (derecho, periodismo, negocios) y el sector sanitario, con un 23%, y las mayores en agricultura y veterinaria, con un llamativo 60%.

El fenómeno del horizontal skills mismatch

Este fenómeno que conocemos popularmente como “no trabajar de lo suyo” tiene un nombre técnico: desajuste horizontal de habilidades (u horizontal skills mistmach, por su denominación más popular en inglés). Se trata de la falta de correspondencia entre las habilidades que hemos entrenado durante nuestra formación (secundaria o superior, técnica o universitaria) y las que empleamos en nuestro trabajo.

Y es un fenómeno muy preocupante para las instituciones europeas, por lo que parece, ya que han calculado que la productividad se ve altamente afectada entre formaciones in-company, periodos de aprendizaje, rotación laboral, laboral de los empleados… En fin, que, si no hace perder dinero a las empresas, no les deja ganar tanto como quisieran.

En realidad, aclaremos que, para simplificar, lo que se tiene en cuenta es la formación que hemos estudiado y el sector ocupacional en el que estamos; no se contempla realmente lo que aprendemos, ni si lo usamos en nuestro trabajo. El ejemplo perfecto sería el de los idiomas; si estudiamos Filosofía en Alemania, y luego usamos a diario ese alemán mientras trabajamos como comerciales, ¿hay realmente un mismatch?

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Los idiomas, ¿habilidades-pasarela?

El dominio de una o varias lenguas extranjeras entra dentro de esa categoría de habilidades que podríamos llamar “transversales”; da lo mismo si estudias Medicina, Bellas Artes o Electromecánica, saber idiomas te va a venir bien en todos los casos. Así, tal vez por nuestra proximidad con las ventajas que otorga un idioma extranjero en el mercado laboral, vemos estos desajustes como algo relativo.

Algo similar pasa con las llamadas habilidades blandas o soft skills, ese conjunto de habilidades de tipo social, comunicativo, organizacional y emocional que cuentan tanto si te dedicas a la docencia como si eres tornero fresador o torero. Y que, por cierto, cada vez son demandadas de forma más explícita en los perfiles de candidatos de cualquier sector laboral.

En ese sentido, los idiomas rompen con esa rígida correlación un tanto ficticia que viene a decirnos que si estudiamos una ingeniería, debemos trabajar como ingenieros. O, más bien, nos permiten añadir que, si no dominamos el inglés, trabajaremos como ingenieros en España, pero difícilmente más allá de los Pirineos…

Y en todo caso… ¿es tan terrible?

El artículo que originaba este otro cargaba las tintas sobre la “enorme frustración” del trabajador que se encuentra en esta situación de desajuste. Tal vez si no adoptamos una perspectiva macroeconómica sino que vemos el asunto desde una perspectiva más humana podamos ver este fenómeno con menos dramatismo.

En primer lugar, porque eso de “trabajar de lo tuyo” es como lo de encontrar un trabajo para toda la vida: todo apunta a que son realidades propias de generaciones anteriores pero que difícilmente encaja con el panorama laboral que se avecina, flexible y fluido, en el que lo más normal del mundo será cambiar no ya de empleador o de nicho, sino de oficio, de manera casi constante.

En segundo lugar, porque (y todos conocemos docenas de casos) tan frustrante puede ser no trabajar de lo tuyo como verte obligado a hacerlo. ¿Debería una decisión tomada en la adolescencia marcar a fuego nuestra vida laboral? Y, si lo que está en juego es la felicidad de una persona, por nuestra parte preferimos saltarnos a la torera las preocupaciones por el dichoso mismatch y ofrecer a nuestros estudiantes una formación versátil que vaya más allá del “¿qué quieres ser de mayor?”

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