La confianza entre padres e hijos: un año escolar en el extranjero
Cuando se pregunta a un padre o una madre, raro es el que no considera la confianza como uno de los elementos centrales en una crianza positiva. Pero es una de esas cosas más fáciles de desear que de conseguir… Un año escolar en el extranjero puede ser, en algunas ocasiones, el revulsivo que estamos buscando.
Cualquier relación entre padres e hijos pasa por momentos mejores y peores. La adolescencia es un periodo especialmente complicado; qué os vamos a contar… La antesala de la edad adulta resulta complicada para ambas partes, y la situación puede llegar a enrarecerse bastante; ¿cuándo me han cambiado a mi niño por este mostrenco?
Para que el alejamiento entre padres e hijos propio de estos años (que es algo completamente natural, por otra parte) no se convierta en un problema crónico o un lastre para su desarrollo y su felicidad, a veces son necesarias alternativas y propuestas imaginativas. ¿Por qué no nos vamos a hacer un curso escolar al extranjero?
La comunicación, la base de la confianza
Cuando hablamos de confianza en una relación con los niños nos estamos refiriendo a establecer los lazos de afecto y seguridad que muestren a los pequeños nuestra disponibilidad y apoyo incondicionales. Sería como un sólido puente que les ayude a superar los obstáculos que se les irán planteando. Quizás la herramienta más importante para sostener este puente sea la comunicación.
Una comunicación activa, de calidad, clara y no invasiva sería el ideal al que queremos aspirar. Es decir, que exista una firme fluidez en ambas direcciones, si bien sabemos que nuestro papel como padres sea más que nada el de escuchar y orientar sin imponer ni condicionar a nuestros hijos que otra cosa.
Los proyectos en común con retos reales son el mejor contexto para poner en práctica esta comunicación. En ese sentido, un año escolar en el extranjero, siempre que en su preparación participen padres e hijos y esté encuadrado en un marco de estudios y acogida (alojamiento, manutención, acompañamiento) de calidad, encaja perfectamente en este esquema.
La confianza, también en uno mismo
A veces, lo que nos parece una falta de confianza entre nosotros y nuestros hijos tiene bastante que ver con la falta de confianza de los niños en ellos mismos. No se trata de mortificarse o de señalar culpables, sino de buscar las maneras de fortalecer la autoconfianza de nuestros hijos.
El secreto de la autoconfianza es una cabeza bien amueblada; de nuevo, es más fácil decirlo que hacerlo, por supuesto… Pero existen formas comprobadas de remar en esa dirección; el desarrollo de otras habilidades emocionales y cognitivas resulta fundamental. Según parece, los niños resolutivos, independientes, imaginativos y asertivos muestran en general mayor confianza en sí mismos.
La gestión adecuada de la timidez; la asunción controlada de riesgos; la observación de valores y contextos diferentes; la toma de decisiones y la resolución de problemas (y no precisamente de los de matemáticas); todo ello se ve reforzado durante un año escolar en el extranjero. Por ello puede sugerirse como una buena forma de estimular la confianza.
Reforzando la confianza mediante la separación
Existen numerosas prácticas y ejercicios para ejercitar y fortalecer la confianza en el seno de la familia, y de lo más variopintos. Durante la adolescencia crece en nuestros hijos la autonomía y el cuestionamiento de los límites; no son actitudes negativas si vienen acompañadas de un aumento de la autodisciplina y la resiliencia.
Supongamos que optamos por una estancia de estudios en Estados Unidos (por ejemplo). Durante su año escolar en el extranjero, nuestro hijo se verá en la tesitura de tener que valerse por sí mismo en muchos más aspectos de lo que está habituado. Además, las diferencias que encontrará le harán replantearse su perspectiva del mundo, y en especial de su entorno cercano.
Así, un proceso de separación bien pautado (nunca forzado, siempre con la certeza de que estamos ante una aventura y no un abandono o una expulsión de la familia) puede ser un estímulo muy eficaz para provocar ese repunte de la confianza: me voy un año a estudiar fuera porque mis padres confían en mí… y yo puedo confiar en ellos.
¿Una terapia de choque?
Cuando se enumeran las ventajas de estudiar en Estados Unidos o cualquier otro país anglófono se suele aludir al omnipresente asunto de aprender un idioma o conocer otra cultura. Al margen de ello existen, como vemos, muchas otras virtudes en eso de pasar un año fuera de casa para la formación de la personalidad de un adolescente.
Pero hemos de tener algo muy claro: esa estancia nunca, nunca, pero nunca, debe ser esgrimida como una amenaza o un castigo. Eso de “te vamos a mandar un año fuera, ya verás” es totalmente contraproducente. Si te estás planteando esto como una especia de terapia de choque para que tu hijo se enfrente a la realidad, plantéaselo de una forma neutra y constructiva.
Por supuesto, no se trata de enviar a tu hijo a descubrir terra incognita con una mano delante y otra detrás. Podemos verlo, más bien, como una especie de experimento controlado que tiene por objetivo ayudarlo a madurar. Y, vistas las experiencias en casos anteriores, parece ser que funciona bastante bien.
¡Reforzad vuestra confianza con un año escolar en el extranjero!
Puede sonar paradójico, pero la confianza en particular y en general las relaciones entre padres e hijos suelen mejorar tras una experiencia de este tipo. Con la facilidad de las comunicaciones y la abundancia y calidad de las becas para estudiar secundaria en el extranjero que tenemos a nuestro alcance hoy en día, es más sencillo que nunca. ¡Piénsalo!