La pandemia de coronavirus está reconfigurando la educación
El confinamiento al que están sometidos los ciudadanos y estudiantes de todo el mundo ha puesto en relieve la importancia de disponer de un mecanismo de seguridad que permita al sistema educativo sobrevivir en tiempos en los que no es posible acudir a los centros educativos.
Cuando los distintos gobiernos comenzaron a reaccionar a raíz de la evolución del COVID-19 en sus respectivos países, miles de escuelas se vieron obligadas a encontrar una solución rápida y eficaz que permitiera a sus estudiantes continuar aprendiendo desde casa.
Una solución tan desesperada como eficaz
Hoy, semanas más tarde, las escuelas y centros educativos de España siguen funcionando de forma desconocida en muchos aspectos, pero idéntica en otros. Los profesores enseñan por videoconferencia todos los días.
Los niños participan usando chats en tiempo real que les permiten interactuar tanto con el profesor como con sus compañeros de clase, los estudiantes de secundaria, bachiller y FP hacen trabajos individuales, trabajos en grupo y se comunican con los profesores cuando es necesario vía correo electrónico.
La pandemia está obligando a los educadores, padres y estudiantes a pensar críticamente, a resolver problemas, a ser creativos, a comunicarse, a colaborar y a ser ágiles. También está revelando que hay otra manera.
«Es un gran momento para el aprendizaje”, dijo en este contexto Andreas Schleicher, jefe de educación de la OCDE. «Toda la burocracia que mantenía estas herramientas alejadas de las aulas ha desaparecido y la gente está buscando soluciones que en el pasado no querían adoptar», dice. “Los estudiantes se apropiarán de su aprendizaje, comprendiendo más sobre cómo aprenden, qué les gusta y qué apoyo necesitan. Personalizarán su aprendizaje, incluso si los sistemas que les rodean no lo hacen”.
Desigualdades y empatía
Pero la crisis ha arrojado una luz brillante sobre las profundas desigualdades no sólo en cuanto a quién tiene en casa una Tablet o un ordenador, así como una conexión a Internet que aguante un tráfico constante de varios dispositivos al mismo tiempo, sino también quién tiene las habilidades necesarias para autodirigir su aprendizaje, y cuyos padres tienen el tiempo necesario para dedicar a ayudar.
Es un claro recordatorio de la importancia crítica de la escuela no sólo como lugar de aprendizaje, sino también de la socialización, el cuidado y el entrenamiento, de la comunidad y el espacio compartido, cosas que la tecnología no ha logrado parchear en estos tiempos de crisis.
La pandemia está dando a la tecnología una visión masiva a escala de lo que es el desarrollo humano y el aprendizaje, permitiéndole pasar potencialmente de la simple difusión de contenidos a la mejora de las relaciones con los profesores, la personalización y la independencia. Pero la forma en que se ha desplegado – de la noche a la mañana, sin entrenamiento, y a menudo sin suficiente ancho de banda – dejará a muchos con un sabor amargo.
Por otro lado, y en un contexto en el que cada día fallecen amigos y seres queridos como consecuencia del avance y el alcance del coronavirus, es imprescindible que el sistema educativo se reconfigure con la empatía necesaria como para respetar que, sencillamente, no siempre será posible conseguir que todos los alumnos se integren perfectamente en este modelo.
En este sentido, centros educativos de todo el mundo han puesto sobre la mesa medidas como “períodos de luto” en los que no se requerirá ni obligará al alumno cuya familia haya sido afectada por el virus para que asista a sus clases online, así como “videoconferencias completamente gratuitas y opcionales” entre el estudiante y el psicólogo escolar con el objetivo de ayudarle a superar este bache.
Sea como sea, está por ver si estos cambios que se han producido en nuestro sistema educativo contribuirán a una total reconfiguración de la educación en España una vez pasemos la pandemia, o sólo habrán sido un parche temporal que olvidaremos cuando tengamos la oportunidad de volver, de nuevo, a las aulas.