¿Viajar nos hace más inteligentes? ¡Sí, y mucho!
Fíjate qué paradoja, nosotros enviando estudiantes por todo el mundo para aprender inglés y resulta que el mero hecho de viajar ya nos hace aprender… Buen, para ser más exactos, parece que viajar nos hace más inteligentes.
El caso es que lo sospechábamos, y seguro que tú también. Rebuscando un poco encontramos multitud de artículos científicos y académicos que respaldan el impacto positivo de las estancias de estudios en el extranjero en diversos aspectos de la inteligencia: desarrollo cognitivo, pensamiento creativo, inteligencia emocional e incluso salud mental.
Para que no tengas que leértelos todos te hemos hecho un pequeño resumen que viene a mostrar que, efectivamente, viajar ayuda a desarrollar la inteligencia, y de varias maneras. Ya tienes otra razón de peso para estudiar un curso académico fuera… O por lo menos, para justificar tus próximas vacaciones.
A nivel biológico
Vamos a empezar por la base, por la propia fisiología neuronal, pero sin ponernos muy sesudos… Todos tenemos una cosa llamada neuroplasticidad: la capacidad de desarrollar, ampliar o modificar nuestras redes neuronales. ¿Cómo? Sometiéndolas a nuevos estímulos. ¿Viajar provoca esos estímulos? Sin duda. Pues ya está.
¿A qué estímulos nos referimos? Nuevas geografías y nuevos horarios, nuevas personas con las que interactuar, por supuesto en un idioma distinto… ¿Te parece poco? Eso sin contar todo el esfuerzo necesario para hacer los preparativos para la estancia y todo el trabajo mental posterior para asumir e integrar la experiencia.
Hay otra variable a tener en cuenta: las experiencias satisfactorias también estimulan la neuroplasticidad de manera positiva. Es decir, que si tenemos una experiencia feliz (por ejemplo al superar un reto o sencillamente al pasar por una vivencia placentera) nuestro cerebro se desarrolla y fortalece. Te aseguramos que estudiar un año fuera está entre ese tipo de vivencias.
A nivel cognitivo
Y a nivel práctico, ¿qué efecto tiene la neuroplasticidad en nuestras vidas? Abreviando, facilita nuestro desarrollo cognitivo y nuestro aprendizaje. La noción de “cognición” es verdaderamente compleja e involucra diversos procesos y conceptos: percepción, razonamiento, memoria, atención, pensamiento, etc. Es lo que simplificando solemos entender como inteligencia en sus diversas manifestaciones.
Ahora hay que traer al frente un concepto clave llamado “flexibilidad cognitiva”. Vendría a ser la capacidad de nuestro pensamiento para adaptarse a estímulos y situaciones nuevos, cambiantes o inesperados. No creemos que haga falta insistir en el valor que esto tiene en un mundo en el que el cambio es la norma.
Y como a hacer se aprende haciendo, a pensar se aprende pensando. Es decir, que cuanto más nos expongamos a situaciones de esas que llaman VUCA (volátiles, inciertas, complejas, ambiguas), mayor será nuestra flexibilidad cognitiva. Ergo, nuestra inteligencia o, por mejor decir, nuestras inteligencias; porque viajar mejora facetas muy concretas de nuestra inteligencia, como la resolución de problemas, el pensamiento creativo y la toma de decisiones.
A nivel emocional
Pero si bien esos son los aspectos más visibles de la inteligencia que mejoran a base de viajar, porque son de los que más se entrenan en un viaje (¡hay que tomar decisiones, ser creativo y resolver problemas constantemente!), hay otros aspectos menos visibles pero igualmente importantes de tipo emocional que se desarrollan igual, si no más.
Estaríamos hablando ante todo de la inteligencia emocional y el amplio abanico de competencias que cubre, con la empatía y las relaciones interpersonales a la cabeza. Vernos obligados a tratar con personas y realidades diversas tiene el inevitable efecto de abrir nuestra visión del mundo; hay algo más allá de lo que ya conocíamos, con su corolario de curiosidad, tolerancia y humildad.
A medio camino entre aprendizaje “normal” y emocional estaría lo que ha dado en llamarse inteligencia cultural: la capacidad para entender y participar en formas culturales ajenas. Otra ventaja para el futuro de cualquier persona que nos brinda estudiar un año en inglés y en la que no hace falta insistir…
A nivel físico
Pero espera, que la cosa no acaba aquí. Además de hacernos más inteligentes, viajar resulta sano para nuestras salud física y mental. Esto es algo especialmente interesante en un momento en que el bienestar mental de los jóvenes está en el ojo del huracán, y más hablando de estancias de estudios en el extranjero, que sin duda requieren cierta madurez.
¿Qué te parece si te decimos que viajar reduce el estrés? El miedo es la primera víctima del viaje. Si bien las expectativas pueden generar ansiedad, y es algo normal, la superación de esas expectativas trae consigo una satisfacción que no solamente reduce los niveles de estrés, sino que nos enseñará a cómo lidiar con él en otras situaciones que se planteen en el futuro.
Pero es que además, indirectamente, viajar previene el envejecimiento cerebral. Tómatelo como una “gimnasia mental”: la actividad neuronal, tanto la que se hace cuando viajamos como cualquier otra, reduce y retrasa las probabilidades de sufrir un deterioro neuronal y en consecuencia enfermedades degenerativas cerebrales. Y, sin lugar a dudas, esto es lo más importante de todo.
Pienso, luego viajo
Si te faltaban razones o motivación para hacer un curso de secundaria o bachillerato en inglés en el extranjero, ahora ya sí que no hay excusa… Para las cuestiones prácticas, solo tienes que preguntarnos, ¡nosotros te contamos todo lo que tienes que saber!