Impacto emocional

El impacto de la estancia de estudios de secundaria en el extranjero… ¡para la familia!

Cuando un estudiante decide realizar una estancia de estudios en el extranjero está dando un gran paso hacia su transformación; pero pocas veces nos paramos a observar que esta experiencia no solo transforma su vida, sino que también deja una huella profunda en “los que se quedan”. O sea, en su entorno social, sus amigos… y sobre todo, su familia cercana.

Las emociones, los desafíos y los aprendizajes propios de este tipo de experiencia son intensos y no afectan solamente al “primer interesado”; se distribuyen también entre quienes están pendientes desde la distancia, que también realizan su propio viaje emocional. Quizás no sea tan intenso objetivamente hablando, aunque eso habría que preguntárselo a los padres…

Así que este artículo va especialmente dedicado para ellos. Exploraremos cómo esta experiencia afecta a las familias en tres fases (el antes, el durante y el después) y a través de distintos momentos clave: los preparativos y la despedida, la vida a distancia y el regreso. La idea es echar una mano a las familias para que comprendan mejor el impacto emocional que se avecina y puedan gestionarlo con empatía y resiliencia.

Los aspectos psicológicos y emocionales de “la espera”

Para las familias, y muy especialmente para las madres y los padres, todo el hecho de la estancia supone una compleja mezcla de emociones. Es un proceso buscado, largo y deseado, pero que genera ansiedad pues, al fin y al cabo, culmina con la ausencia de un hijo. Y eso siempre es un trago.

Así que la estancia es un batiburrillo psicológico y emocional no solo para el estudiante… En el lado de la familia hay orgullo y alegría por las oportunidades que se le abren, pero también melancolía y, en ocasiones, un fuerte sentimiento de vacío. Es común que surjan preocupaciones sobre la seguridad, la adaptación del estudiante y el temor de “perder” la conexión cotidiana.

Este período es especialmente intenso en lo psíquico porque a la ausencia física se suma la obligación para la familia de cambiar sus dinámica familiares habituales. Esto (a menudo detalles “insignificantes” como poner un plato menos en la mesa) suele acarrear reflexiones profundas sobre su rol y la nueva etapa de vida que comienza, e intensas reelaboraciones emocionales.

El antes: los preparativos y la despedida

Como decíamos, la experiencia comienza mucho antes de que despegue el avión. Los meses previos a la partida suelen estar llenos de actividad (gestiones administrativas, listas interminables, batallas de equipaje) que pueden desbordar a los padres y generar cierto estrés. Y ni te contamos ya cuando hay incertidumbre sobre el destino hasta última hora, como ocurre con las estancias en USA con beca J1.

Sin embargo, este tiempo también puede verse como una oportunidad para crear momentos significativos en familia antes del gran cambio. Es lo más recomendable para la salud emocional del estudiante y de todos los demás implicados. ¡Así que reservaos un ratito para aprovechar, entre tantas solicitudes y maletas!

La despedida en sí puede ser especialmente difícil. Pero, mientras que para el estudiante las emociones por lo que viene tienen mucho de aventura y subidón, las familias suelen lidiar con un intenso sentimiento de pérdida, aliñado de incertidumbre. Es importante preparar este momento emocionalmente, aceptando que esa tristeza es parte de un proceso natural, la contrapartida de la ilusión y la alegría de ver a un hijo crecer.

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Cortesía: goodfon.com/

El durante: la distancia y “el no saber”

Con el estudiante a varios miles de kilómetros, la vida cotidiana para su familia cambia drásticamente. Los días que antes se llenaban con rutinas compartidas ahora traen una sensación de vacío. La distancia física (y los horarios) también puede hacer que la comunicación sea limitada o intermitente, lo que genera incertidumbre, la auténtica palabra clave.

Es lo que se destila cuando hablamos con muchas madres y padres de los estudiantes que enviamos a una estancia de estudios de secundaria en el extranjero: se lamentan principalmente de la distancia (aunque pueden razonar perfectamente que, en el día a día, lo mismo dan cien que cien mil kilómetros); y resumen su sentir en eso tan difuso de “el no saber”. Que no deja de ser la imposibilidad de supervisar la vida del hijo.

Viéndolo en positivo, esta etapa es una oportunidad para el crecimiento personal de los padres y familiares. Aprender a confiar en la madurez del estudiante y en su capacidad para ser autónomo e independiente es clave. Además, el uso de la tecnología nos lo pone facilísimo para mantener un puente emocional, permitiendo que la familia siga unida, aunque sea desde lejos.

El después: el retorno y la nueva normalidad

El regreso a casa no siempre es un proceso sencillo (mira los veteranos de Vietnam…). En realidad, nunca lo es; tanto el estudiante (¡mucho!) como la familia han cambiado. El estudiante regresa con una nueva perspectiva, más independencia y, a menudo, hábitos distintos que pueden chocar con las dinámicas familiares previas.

Hay un conocido fenómeno llamado shock cultural inverso, que seguramente tenga una contrapartida a nivel de “los que se quedan” (algo como “shock cultural inverso indirecto”): en román paladino: este no es mi hijo, que me lo han cambiado. ¿Para bien, o para mal? ¿Qué pasa, que parece que estaba mejor lejos de aquí que con nosotros? ¿Ya no nos quiere?

El proceso de reajustarse puede traer consigo retos inesperados. Es importante mantener una comunicación abierta, un nivel alto de empatía y escucha activa, y dar tiempo al tiempo para que todos se adapten a esta “nueva normalidad”. Y también… ¡es el momento perfecto para celebrar juntos la aventura y salir más reforzados como familia que nunca!

¡Haz que la experiencia sea enriquecedora para toda la familia!

En iEduex estamos aquí para facilitarte la experiencia de estudios en el extranjero en todos los sentidos que puedas imaginar… ❤️ ¿Tienes dudas?